En el anterior episodio nos quedamos en que, totalmente decepcionado por las continuas dilaciones que se le estaba dando a su proyecto por los RR.CC. debido principalmente al alargamiento de la guerra granadina, Cristóbal Colón llega por segunda vez al convento de Palos, cuyo guardián era su viejo amigo, el fraile astrólogo, fray Antonio de Marchena.
Por estos días vive en Palos un valeroso y acaudalado marino que pocos meses después va a tener una intervención decisiva en la empresa descubridora del genovés. Se llama Martín Alonso Pinzón
La respuesta de doña Isabel a su antiguo confesor no se hizo esperar. La soberana escuchó la súplica de su confesor y se apresuró en hacerle venir a la Corte.
Finalmente, removidos los últimos obstáculos que se oponían a la rendición de la plaza, el 30 de diciembre de 1491, fueron ratificadas las capitulaciones de entrega de Granada, la cual se efectuó, como de todos es sabido, el 2 de enero siguiente, es decir, veintisiete días antes del límite máximo previsto en el convenio.
En este postrer trimestre de 1491 es cuando debieron ocurrir los últimos acontecimientos colombinos de aceptación del proyecto: Nuestro marino debió de llegar a Santa Fe en el mes de diciembre, algunos días antes de la entrega de la ciudad a los reyes de Castilla, acontecimiento que tuvo la dicha de contemplar. Momento glorioso éste, bien grabado en su memorial y que describe en su “Diario de a bordo”.
Como en la ocasión anterior (1486-87), también fue convocada la Asamblea del Consejo Real, y de nuevo fueron consultados los peritos en astronomía, astrología y cosmografía, y los expertos en navegaciones: filósofos y astrólogos y cosmógrafos… marineros y pilotos…
En las reuniones de Salamanca y Córdoba de tiempo atrás hubo unanimidad en el rechazo de los proyectos del aventurero. ‘Némine discrepante’, todos los convocados por el prior del Prado consideraron imposible la empresa sometida a su consideración. En cambio, en la ocasión presente, «las opiniones [de los asambleístas] estaban divididas.